La violencia institucional y la inmoralidad no tienen límites para Galdeano.

Con asombro e indignación, el Colegio de Abogados publicó en su página una nota titulada "Gestión exitosa: nueva institución asume el Jardín Familiar del Colegio de Abogados", donde se anuncia que otro jardín, de dudosa calidad, continuará con la prestación del servicio. En medio de marchas de familias, acciones judiciales, despidos de maestras, y reclamos sostenidos de familias y colegas, el Colegio anuncia semejante provocación.

Decir que "las acciones del colegio dan vergüenza" significa que las decisiones o el comportamiento del Colegio de Abogados son percibidos como moralmente reprobables, inapropiados o indignos, al punto de provocar una sensación de deshonra o incomodidad. Refleja la opinión de que dichas acciones han sido tan desacertadas o cuestionables que resultan indignantes, tanto para quienes pertenecen a la institución como para la comunidad en general.
 
No hay dudas, como ya quedó comprobado, de que los motivos del cierre no son económicos ni por déficit. El Directorio oficialista se negó a fijar una cuota de equilibrio que pudiera diluir el supuesto déficit. La inmoralidad y falta de respeto con la que Galdeano manejó este tema no hace más que demostrar la clase de personas y profesionales que conducen el Colegio; el mensaje que se transmite es que todo vale.

A pesar de esto, el Jardín Familiar Juan Carlos Martorana es y será, en la historia del Colegio, la única obra institucional educativa que puso en valor a los abogados y abogadas, a sus hijos y a sus familias. Este proyecto se convirtió en un verdadero espacio de apoyo y contención para la comunidad de profesionales del derecho, creando un lugar seguro y enriquecedor para los hijos de los abogados, que no solo favorecía la conciliación entre la vida laboral y familiar, sino que también fomentaba un sentido de pertenencia y comunidad. Fue una iniciativa que reflejaba el verdadero espíritu del Colegio de Abogados: el de cuidar y proteger a sus miembros y a sus familias, garantizando un entorno educativo de calidad y promoviendo valores como la solidaridad y el compromiso. La desaparición de esta institución es una pérdida enorme que deja un vacío tanto para las familias como para el propio Colegio, que ha abandonado una de sus misiones fundamentales de respaldo a sus afiliados.

Hoy, el Colegio de Abogados se encuentra sin una dirección clara, dominado por intereses políticos que priorizan el beneficio personal por encima de los intereses de la comunidad profesional. Esta falta de visión y liderazgo ha alejado al Colegio de su verdadera misión de servir y proteger los derechos de los abogados, poniendo en riesgo la confianza de sus miembros y debilitando el propósito institucional.